El otro día en una animada conversación cinéfila de sobremesa uno de los contertulios osó a sabiendas lanzar una afirmación que nos puso a casi todos los pelos de punta: en su opinión, las películas antiguas de
Clint Eastwood no son tan buenas. Son films divertidos pero no son las maravillas que todo el mundo parece creer hoy en día. En general a mí esta afirmación me parece algo descabellada pero luego se soltó sobre la mesa una bomba atómica que me hizo caer fulminado:
El fuera de la ley no era más que un western del montón. Y por ahí sí que no paso.
Entiendo que las películas de Clint Eastwood como actor son míticas por diversos motivos. Los western de Sergio Leone eran pura diversión y desmitificación de un género que a finales de los sesenta ya empezaba a dar signos de cansancio. Leone con su peculiar estilo (imitado hoy en día por muchos incluido Tarantino) y gracias a la música del gran Ennio Morricone creó grandes momentos del cine con unas historias rodadas en Almería con dinero italiano. Los spaghetti western fueron todo un hallazgo, quizás eran excesivos en muchos momentos o se tomaban demasiadas libertades estilísticas pero es innegable que son un entretenimiento puro. Momentos como el duelo final con el reloj en La muerte tenía un precio (1965) son grandes momentos del CINE con mayúsculas.
El cine sobre el Oeste americano que había imperado en las décadas anteriores daba paso a una nueva generación de directores que nos daban una visión mucho más pesimista del género. Ya no había galanes apuestos ni héroes de una pieza. El mundo estaba cambiando, ya no estaban los límites entre el bien y el mal tan definidos como en años anteriores. Supongo que la guerra de Vietnam y toda su repercusión social propiciaron un giro hacia un cine más adulto, menos idealizado. Directores como Sam Peckimpah o el mismo Leone nos presentan un Oeste violento, sucio, polvoriento (o inundado de barro) lleno de personajes ruines y cobardes.
El western crepuscular de Peckimpah tuvo en Grupo Salvaje o La balada de Cable Hogue sus máximos exponentes. Los limpios y aseados héroes de una pieza interpretados por John Wayne, Gary Cooper o James Stewart daban paso a otro tipo de héroes (o antihéroes) bastante más ambiguos que Clint Eastwood encarnó como nadie.
También Eastwood desarrolló una carrera en Norteamérica principalmente a las órdenes del siempre eficiente Don Siegel. Con Siegel (autor también de la maravillosa La invasión de los ladrones de cuerpos, 1956) Eastwood rodó westerns como la divertida Dos mulas y una mujer (1970) o la magnífica El seductor (1971), siendo esta última una clara referencia del cine que Eastwood desarrollaría posteriormente. Pero también hicieron junto policíacos como La jungla humana (1968) y sobretodo Harry el sucio (1971).
Los films de Siegel eran muy buenos, testigos del paso del cine clásico al moderno, eran los sesenta y setenta, no son todos obras maestras pero son muy superiores a cualquier film de acción o thriller de hoy día. En nuestra memoria quedará para siempre Harry el sucio, sus frases lapidarias y su peculiar forma de machacar a los malos. Es cierto que un tufillo fascista y machista rodea al personaje pero eso le hace aún más carismático.Eastwood parecía ser sólo un actor con muy buena planta y cara de duro, pero pronto aprendió a rodar de la mano de
Siegel y
Leone (no son malos maestros, la verdad) y empezó a desarrollar un cine más que interesante a la vez que comercial. La cualidad de
unir calidad y comercialidad es desde luego uno de las principales logros de Eastwood. Una peli en la que aparezca el nombre de Eastwood nunca aburre, ni un segundo, de muy pocos actores o directores se puede decir lo mismo. Y menos si consideramos su extensa de su carrera.
En sus primeros films como director
Eastwood nos presenta el género que mejor conocía: el western, pero con una peculiar mirada. Su quinto film como director fue
El fuera de la ley (1976). Pieza central de una cuatrilogía sobre el western con
Infierno de cobardes (1973),
El jinete pálido (1985) y
Sin perdón (1992). Igualmente su carrera como director ha ido
in crescendo con otros géneros con resultados sobresalientes como
Escalofrío en la noche,
Million dollar baby, Mystic River, El intercambio o
Gran Torino (por citar sólo unas pocas).
Cuando vi
El fuera de la ley de pequeño (sí, en
Sábado Cine) me dejó alucinado. Era una peli sucia, oscura, pesimista pero con un cierto mensaje optimista al final. Primeramente
Josey Wales no es del bando
de los buenos. Es un personaje marcado por la tragedia y el odio, un hombre que se enrola en la guerra en busca de los yanquis asesinos de su familia. Pero la guerra termina y él no ha encontrado a los asesinos y además está en el bando perdedor. Los malos perdieron la guerra pero los que la ganaron quizás no fueran tan buenos. Una situación nada fácil pero
Josey Wales no se rinde fácilmente. Con todo en contra y sin nada que perder, iniciará una huida hacia delante que dejará todo un reguero de sangre a su paso.
Eastwood construye aquí uno de sus mejores personajes, que no dejan de ser siempre el mismo con pequeñas variaciones. La cicatriz de su cara, el sombrero, sus muletillas,
el sonido de las espuelas a cada paso y la
continua manera de mascar y escupir tabaco convierten al personaje en todo un icono, un mito del cine. A pesar de ser un famoso renegado, Wales ya no mata si puede evitarlo (da la oportunidad de huir a sus oponentes) pero no tiene remordimientos si lo hace (de forma bastante cruel).
En la tenaz persecución que se establece en su busca Wales conocerá multitud de personajes: indios, tramperos, ancianos, mujeres, cazadores de recompensas y rufianes de todo tipo. Pero sobretodo
parias de la sociedad. Los marginados que no tienen cabida en el nuevo orden nacido tras la guerra se irán uniendo a Wales en su huida. En
la caravana de repudiados de Wales se formará una especie de comunidad, un mundo aparte de la abusiva ley de los triunfadores. Como si de
Jesucristo se tratara,
Wales se rodea de los marginados de la sociedad y los dirige hacia un mundo mejor (aunque el camino esté lleno de espinas).Es ahí donde El fuera de la ley, aparte de ser
un film entretenido como pocos y técnicamente brillante, adquiere una dimensión casi épica. Más que un
western crepuscular yo diría que es un
western mesiánico. En un mundo que se derrumba y sin valores, serán los marginados de la sociedad los que busquen un lugar aparte para vivir. Wales apuesta por vivir a su manera sin seguir las estrictas normas de una
sociedad hipócrita (algo que Eastwood ya trató en
Infierno de cobardes).
¿Escenas que hacen grande a esta película? Así a bote pronto se me ocurren una cuantas. El encontronazo frontal de Wales con 4 de sus perseguidores en un pueblo o la del cazador de recompensas al que le dan la oportunidad de olvidarse del asunto y volver a casa con su familia (y él toma la decisión equivocada) me parecen escenas memorables y a la altura de los mejores westerns de la historia. Por otro lado secundarios como
el jefe indio o
el perro son sencillamente entrañables. Es cierto que tenemos que aguantar a la compañera sentimental de Eastwood por esas fechas, la inevitable
Sondra Locke, pero no lo hace nada mal.
Yo, desde luego, no creo que sea un film del montón, sino
uno de los mejores westerns de la historia. O al menos, uno de mis favoritos y de otro muchos
bloggeros con mejor criterio que el mío.
Y encima el film tiene moraleja. Como se dice al final del film,
morir no es forma de vivir.