martes, 29 de noviembre de 2016

Café society


 Café society probablemente será recordada por propiciar el encuentro profesional entre Woody Allen (80 años) y el maestro de la fotografía Vittorio Storaro (76 años). Storaro es quizás el director de fotografía vivo más influyente y justo ganador de 3 Oscars por Apocalypse Now, Reds y El último emperador. Casi nada. El encuentro se debió a que Darius Khondji,  director de fotografía de las 4 últimas películas de Allen, no estaba disponible y Allen pensó en Storaro. Estos dos veteranos han afrontado juntos el salto a la era digital. Café society es la primera película que ambos ruedan en digital, sin celuloide. El cambio no ha sido traumático, se trataba de no luchar contra la imparable corriente del progreso y adaptarse a los nuevos tiempos. Tras 58 películas en celuloide, Storaro ha esperado a dar el salto hasta que encontró una cámara (la Sony F65 4K) que fuera capaz de captar su particular forma de entender la luz. Para Storaro la luz lo es todo y todo es luz. El resultado del cambio a lo digital no puede haber sido mejor. La inspiración de la fotografía de Storaro para esta película ambientada en los años 30 hemos de buscarla en fotógrafos como Alfred Stieglitz, Edward Steichen o la pintora Georgia O’Keeffe. El resultado ha sido tan favorable que Storaro urge a las empresas propietarias de los cines a que instales proyectores 4K, actualmente lo más que hay son 2K. La verdad es que el resultado es impresionante. Café society es una gozada para la vista.
Otra novedad de Café Society supone que fuera lanzada por Amazon Studios y Lionsgate. Que Amazon financie un film de Allen nos da a entender que Allen sigue siendo un valor en alza, también entiendo como buena noticia que haya rodado una serie de televisión para Netflix. Los tiempos están cambiando y Woody Allen parece adaptarse magistralmente.
La historia de Café society se desarrolla en dos ambientes totalmente diferentes, por un lado el Hollywood y por otro el Bronx. La historia de este joven judío neoyorkino (Jesse Eisenberg) que busca fortuna en Hollywood y se enamora de la secretaria (Kristen Stewart) de un influyente agente de Hollywood (Steve Carell), quien, además, es su tío. Nada nuevo bajo el sol. Incluso no cuesta nada imaginarse a Jesse Eisenberg  como un joven Woody Allen ¿Siempre sus protagonistas deben ser judíos y neuróticos como el propio Allen? Estamos ante la típica historia de Woody Allen sobre esa clase acomodada que no acaba de ser feliz. Se palpa la nostalgia por ese Hollywood dorado de los años 30 que ya nunca volverá. El envoltorio es inmejorable, una perfecta recreación de la época gracias a Storaro y la soberbia música de Vince Giordano And The Nighthawks, pero el guión de Allen no está a la altura. Si Café society es todo un espectáculo audiovisual, su guión desmerece el conjunto.

 El problema es que su historia no llega al espectador, no divierte. Hay equívocos y medias verdades y Allen sigue haciendo uso de su sarcasmo hacia la religión judía pero Café society no es una comedia. O, al menos, tal y cómo entendemos hoy la comedia. Escenas como la de la madre o la visita de la prostituta podrían haber sido muy divertidas, pero Allen las conduce hacia un lánguido término medio. De hecho, Allen pretende no caer nunca del lado del drama ni de la comedia. Mantiene un tono amable y liviano mientras la historia avanza a buen ritmo aunque quizás peque de indefinición o quizás ese sea precisamente su gran virtud. Esta historia podría haber sido una gran comedia llena de enredos o una apasionada historia de amor, pero Allen prefiere la contención y las medias tintas. Allen huye de la ironía y los diálogos afilados en busca de una introspección de los personajes que nunca llega a calar en el espectador. Al final uno se da cuenta que hemos asistido a un drama, pues no me había dado cuenta durante todo el metraje. Debo reconocer que la historia me dejó frío. Esa tierra de nadie por la que hábilmente transita no acabó de satisfacerme. Hay que reconocerle el valor a Woody Allen por perpetrar un guión así, pero esta vez su propuesta dista mucho de ser redonda.
Quizás a la tibieza del resultado final haya contribuido la floja interpretación de un Jesse Eisenberg que no resulta creíble en ningún momento, siempre parece incómodo. Al menos, Kristen Stewart está bastante correcta, ya no se mesa continuamente el pelo como en Crepúsculo. También sorprende Steve Carrell una vez en un registro alejado de la comedia. De la modelo Blake Lively únicamente puedo decir que me sorprendió muy gratamente su naturalidad en pantalla.
Resumiendo, yo prefiero el Allen más ácido frente a este Allen introspectivo. Quizás vaya siendo hora de retirarse, maestro. Al menos, el film nos permite disfrutar del trabajo del genio Storaro y la música de Vince Giordano.

6,5

domingo, 27 de noviembre de 2016

LA LLEGADA (ARRIVAL)


 Denis Villeneuve es uno de los directores con más talento del momento. Su cine es sinónimo de calidad. Ya desde Incendies nos dimos cuenta que estábamos ante un autor con algo que contar y con un talento superior a la media. Las sospechas se confirmaron con Prisioneros, otra excelente cinta que mereció mejor suerte, pero fue la compleja e incomprendida Enemy la cinta  que realmente le situó en el mapa. Luego vino Sicario que aunó a crítica y público a pesar de ser un pequeño resbalón. Era hora de dar un gran paso adelante y adentrarse definitivamente en el cine de masas y nada mejor que una historia de ciencia ficción. Sin embargo, Villeneuve es un tipo con la suficiente personalidad como para no plegarse a los designios del cine comercial. Todo lo contrario, Villeneuve convierte en comercial esta intimista historia sobre el contacto con extraterrestres. Al final, el miedo a lo desconocido es universal. 

 Reconozco que la ciencia ficción que me gusta es aquella que destaca las contradicciones de la sociedad actual. Este género es el perfecto para trazar metáforas acerca de nuestra realidad. Nada mejor que alejarnos para ver las cosas claras. Hay varios ejemplos recientes de este tipo de ciencia ficción y La llegada es un nombre más a añadir a la lista. El relato en el que se basa La llegada, Story of your life de Ted Chiang, parecía imposible de adaptar a la pantalla, esa unión de dos tramas aparentemente opuestas en un único relato parecía no apta para un público masivo. Por suerte, Villeneuve no tiene miedo a los retos. 

Como todo director que se precie, Villenueve ha intentado hacer una gran película sobre la evolución humana, su particular 2001, Odisea en el espacio. Ya les pasó a Danny Doyle con Sunshine y Christopher Nolan con Interstellar. Ese cine que busca trascender  y que supone un paso en la evolución humana. El guión de Eric Heissener es tan meticuloso como perfecto. Obviamente, juega con el espectador y le hace trampas, pero es una delicia caer en una trampa así de elaborada y que no te deja la sensación de haber sido estafado, todo lo contrario. En La llegada, personaje principal debe asumir el hecho de entrar en  contacto con una civilización superior, algo que ya ha sido tratado anteriormente, pero nunca con este enfoque tan peculiar. Pero no solamente la protagonista se enfrenta a lo desconocido, Villeneuve va más allá, se enfrenta al reto de aceptar el dolor y la pérdida irreparables. La muerte, al fin y al cabo, es lo más desconocido para nosotros y, paradójicamente, lo único inevitable. La protagonista debe aceptar su destino, su odisea será un viaje emocional. Villeneuve triunfa al contraponer una historia grandilocuente con la intimidad de los sentimientos. Y lo hace de manera excelente, logrando que nada desentone en este arriesgado doble salto mortal.

 Villeneuve evita los grandes despliegues y busca un enfoque más psicológico. La escena de la entrada a la nave extraterrestre es realmente soberbia. Villeneuve decide inicialmente no mostrar las naves ni las noticias del avistamiento, prefiere mostrarnos las caras y las reacciones de las personas ante las imágenes. Con un lento travelling Villeneuve nos deja claras sus intenciones, la película no a ser un gran espectáculo visual, va a ser un viaje interior. Esas escenas de los recuerdos de la protagonista jugando con su hija me recordaron al mejor Terrence Malick, lo mismo puedo decir del acercamiento a la nave. 
Como en 2001, los extraterrestres generarán recelos y miedo. Algo así como la inmigración pero con naves en vez de pateras. La llegada es también la historia de una humanidad dividida que quizás debiera unirse en base a algo tan universal como el amor materno. Como en todo el cine de Villeneuve, al espectador se le plantean preguntas que quizás no se atreva a responder. Al final, como en Interstellar, el amor entre paterno puede ser decisivo para la supervivencia de la raza humana.

 Todo lo referente al contacto con los extraterrestres me pareció muy bien llevado, Villeneuve se toma su tiempo y demuestra controlar el tempo cinematográfico. Ciertas escenas son de una gran tensión y el espectador siente la tensión del personaje principal, una soberbia Amy Adams. Tal es la seguridad de Villeneuve que se permite homenajearse a sí mismo en una escena que recuerda al controvertido final de Enemy. Eso se llama estilo. Villeneuve no huye de la complejidad, su cine nos invita a pensar y a reconstruir el puzzle que nos propone. Un puzzle que esta vez no está tan abierto a múltiples interpretaciones como en Enemy, por lo que no voy a exponer mi teoría ya que opino que no hace falta.

No todo va a ser positivo, opino que el personaje de Jeremy Renner no está suficientemente desarrollado, amén de que nadie se cree a Renner como matemático tras haberlo visto ya en tantas películas de acción. Seamos sinceros, no tiene pinta de matemático. Por su parte, Forest Whitaker sigue en piloto automático y Michael Stuhlbarg cumple. También puede resultar un poco inverosímil la manera en la que avanza la comunicación entre especies. No sé, no soy lingüista. Yo me lo pasé muy bien en el cine, con las emociones a flor de piel y con los ojos arrasados en más de un momento. 

  A todo ello contribuye de forma decisiva  la excelente banda sonora del islandés Jóhann Jóhannsson en la que es su cuarta colaboración con Villeneuve tras Prisioneros, Enemy y Sicario. Jóhannsson construye su trabajo a base de loops de sonidos de piano a diferentes velocidades a los que añadió secuencias de notas cantadas armónicamente. El efecto de la música en la escena del acercamiento a la nave extraterrestre en helicóptero es sobrecogedor. Igualmente, el proceso de asimilación del idioma alienígena está magistralmente acompañado por la música. Jóhann Jóhannsson superpone capas y más capas de voces para crear la sensación de irrealidad, sirva de ejemplo el tema “Heptapod B”. Puede que este score no tenga la fuerza del de Hans Zimmer para Interstellar, son films con ciertas similitudes aunque con enfoques diametralmente distintos y así queda reflejado en sus partituras, pero ambos son clave dentro de la ciencia ficción moderna. La banda sonora de Arrival ha sido publicada por el prestigioso sello Deutsche Grammophon, con el que Jóhann Jóhannsson firmó contrato recientemente.  Por cierto, Jóhannsson está trabajando actualmente en la elaboración de la partitura de Blade Runner 2049, la secuela de Blade runner que corre a cargo de Villeneuve. No se me ocurre un tándem mejor.

Como habéis podido adivinar, La llegada pertenece al cine de extraterrestre pero no tiene nada que ver con esas estupideces del impresentable de Roland Emmerich. Nada de invasiones alienígenas ni destrucciones masivas. La llegada se engloba dentro de ese otro cine de ciencia ficción con un enfoque más adulto, emparentando más con Contacto, Gravity o Interstellar que con Independence day. Los que busquen únicamente acción y efectos especiales pueden salir muy decepcionados de la sala de cine. Lo siento por ellos.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Sully

 
Todos vimos la noticia del Airbus a-320 que en el 2009 aterrizó milagrosamente en el río Hudson tras quedarse sin potencia en pleno vuelo y sin que hubiera ni una sola víctima mortal. El piloto responsable de tal proeza fue Chesley Sullenberg, al que sus amigos llaman Sully 
Sully es el homenaje de Clint Eastwood al americano medio. Ya sabes, buen padre de familia, mejor persona y puro de corazón. Ese héroe anónimo al que nadie encarna mejor que Tom Hanks. Estamos ante una obra menor dentro de la filmografía de Eastwood aunque algo por encima de decepciones como Hereafter o Invictus. Aquí Eastwood sabe lo que nos quiere contar. Una lástima que la historian no dé para tanto. Eastwood critica, como en Banderas de nuestros padres, esa necesidad de héroes de los norteamericanos. Los medios se encargan de ensalzar a cualquier buen profesional que esté en el momento justo en el lugar apropiado. Así funciona la cosa, hay que vender titulares y llenar minutos en las noticias. Tampoco importa mucho si no todo es verdad o si las investigaciones aún no han concluido. Hay que vender la historia. América es así, capaz de lo mejor y lo peor simultáneamente.
La verdad, a mí el film me cansó un poco, demasiadas vueltas sobre el hecho del accidente, creo que se nos muestra unas cuatro veces. Pero sí acierta Eastwood al mostrarnos las dudas del personaje de Tom Hanks, ese profesional que lo ha hecho lo mejor que ha sabido pero duda de si tomó la decisión correcta. El guión describe perfectamente el mundo de Sully, su relación con el copiloto, su mujer, etc. Además de poner en valor el factor humano frente a las máquinas. Se establecen importantes cuestiones de la sociedad norteamericana actual como la citada la necesidad de héroes o el miedo a repetir el 11-S que dan empaque a una historia que, a priori, no tenía demasiado recorrido. Sin embargo Eastwood se las apaña para que la historia se haga amena aunque ya todos sepamos el resultado. A sus 85 años Eastwood sigue en la brecha, cierto que ha perdido algo de pegada y ya no arriesga pero todavía nos entrega alguna buena película de vez en cuando. No estamos ante una nueva Million dollar baby, Mystic river o Gran Torino, pero Sully mejora respecto a sus reciente propuestas. Sully no podría volar sin Tom Hanks tan perfecto como siempre en su eterno papel de buen tipo, ese americano medio ideal que uno duda que realmente exista pero con el que todos nos podríamos identificar viendo el film.
Al final, Eastwood se inclina por lo fácil, una sesión en la que se debe dilucidar si el protagonista tomó la decisión correcta, y todo da un giro tan inverosímil que incluso los inquisidores acaban reconociendo que le habían juzgado demasiado duramente. La América de Eastwood es así, puede que sea dura con sus héroes, pero nunca les olvida y siempre reconoce sus méritos. Sólo eché en falta que todos se pusieran a aplaudir al héroe. La verdad es ese final tan almibarado casi me provoca un subidón de azúcar.
Un film correcto con un Eastwood en piloto automático.
5,5

sábado, 5 de noviembre de 2016

Un monstruo viene a verme (A Monster Calls)

Dice J.A. Bayona que con Un Monstruo viene a verme culmina su particular trilogía sobre la familia. Bien podría considerarse que su todavía corta (pero de indudable calidad) filmografía gira sobre el tema de la familia o, mejor dicho, sobre la pérdida de ésta. En todas sus películas padre o hijos se enfrentan a una pérdida irreparable. Es ese miedo a la muerte y a la ausencia lo que parece que ha sido el motor de Bayona en esta primera fase de su más que prometedora carrera. Un monstruo viene a verme es la culminación de esa obsesión por la pérdida, pero también versa sobre la aceptación de la misma. El joven protagonista (demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser un adulto) descubrirá que madurar es aceptar nuestras limitaciones y abandonar nuestros sueños. En definitiva, aceptar nuestra mortalidad y, por ende, la de los demás. Supongo que ahora que Bayona ha aceptado rodar Jurassic World 2 los temas familiares quedaran algo aparcados, aunque algo me dice que seguro que en esa cinta también habrá padres intentando salvar a sus hijos en peligro.

En Un Monstruo viene a verme Bayona nos entrega en imágenes un guión de Patrick Ness, quien adapta su propia novela, algo que siempre es una garantía. Un guión sobre un muchacho que debe afrontar la grave enfermedad de su madre y la posibilidad de perderla para siempre. A todo ello hay que sumarle el acoso escolar que sufre y la mala relación con su abuela. No es que la trama sea especialmente novedosa, incluso me recordó a El laberinto de Fauno por la capacidad del niño de usar la fantasía para huir de una terrible realidad, pero está rodada de una manera impecable. Qué demonios. No puedo ponerle ningún pero a la forma de rodar de Bayona. El tipo es un gran artesano a la hora de contar historias. Técnicamente estamos ante una película que roza la perfección, con una ambientación, una dirección artística y unos efectos especiales simplemente perfectos. A todo ello hay que añadirle el hecho de que, como ya pasó con Lo imposible, no estamos ante una gran producción de Hollywood. Por mucho que la historia se ambiente en Gran Bretaña y aparezcan actores de renombre internacional como Sigourney Weaver, Liam Neeson o Felicity Jones, estamos ante una película española en la que buena parte del capital es español.

 Sin embargo, la historia no alcanza el nivel de emoción de Lo imposible, cosa que tampoco esperaba nadie ni era obligatorio intentar. Bayona se obstina una y otra vez en intentar hacernos soltar una lagrimita y resulta un tanto pesado. Esas cosas surgen en el espectador de manera espontánea. Desencadenar en el espectador tal emoción a base de imágenes y sonido es lo que yo llamo la magia del cine. Más allá de una industria y una técnica, yo entiendo el cine como esa capacidad de provocar emociones en el espectador. Y Bayona sabe hacerlo. Reconozco que se me puso un nudo en la garganta y se me arrasaron los ojos varias veces, pero algunos momentos del final me resultaron redundantes e innecesarios. Bayona comete un único error que consiste en intentar convertir la sala de cine en un mar de lágrimas. Si todavía no has llorado, voy a sacarme de la manga otra escena intensa para ver si ahora te hago llorar. Alguna elipsis narrativa no hubiera estado nada mal. Quizás el montaje final se les quedaba muy corto y decidieron no recortar alguna escena que ahonda innecesariamente en el dolor. Reconozco que es la única pega que le he visto a esta excelente película. 

Tampoco es un gran fallo que invalide los momentos de buen cine que incluye la cinta: las visitas del monstruo y sus historias son realmente asombrosos, pero sí que le resta enteros para lograr ser la gran cinta que creo que Bayona buscaba.